La Música en la Liturgia

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Es una verdad de hecho que no existe fiesta sin canto, ni celebración sin música. En la Liturgia cristiana este dato fundamental de fenomenología antropológica es todavía más verdadero y evidente. No es un elemento accidental o secundario, pues la celebración litúrgica, especialmente la Eucaristía, es la expresión máxima de un pueblo en fiesta, al conmemorar en ella la salvación traída por Cristo; el pueblo de Dios se alegra en la Victoria de su Señor.


Por ello, la Iglesia, cree e insiste que en el momento más elevado de su actividad, como es la Liturgia, el arte musical entre como elemento de glorificación a Dios, como expresión y apoyo de la oración, como medio de efusión del espíritu de los participantes, como signo de solemnidad que todos puedan comprender. Por estos motivos se exige aun, sin discriminación de técnicas o estilos, que la música, para la Liturgia, sea auténtico arte y tenga como finalidad, siempre la santidad del Culto (Juan Pablo II: La Iglesia y la Música, 1985). La acción litúrgica reviste una forma más noble cuando los oficios divinos se celebran solemnemente con canto y en ellos intervienen ministros sagrados y el pueblo participa activamente (SC, 113), por consiguiente, la música sacra será tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica (SC, 112).

¿Qué es la Música Sacra?
Se entiende por Música Sagrada aquélla que, creada para la celebración del culto divino posee las cualidades de santidad y perfección de norma (MS, Introducción). Música Sacra, una fusión magnifica de dos palabras que, pronunciadas conjuntamente, la segunda potencia a la primera, sublimándola semánticamente: MÚSICA – SACRA. Pero, ¿Qué quiere decir? Es la música creada para la celebración del culto divino, que solemniza los ritos sagrados, que ayuda a adentrarse en el Misterio que se está celebrando, impulsando la oración (de alabanza, petición, acción de gracias), que facilita el encuentro con Dios, que unifica a la asamblea y establece comunión con toda la Iglesia universal.


Cualidades de la Música Sacra:


La música y el canto están al servicio del culto y subordinados al mismo (Pablo VI: La música y el canto al servicio del culto divino, 1968) es por ello que tienen sus cualidades propias: <<Solemnidad, majestuosidad, decoro con cierta grandeza aun en su sencillez; capaces de poner al alma en devoto contacto con el Señor, al que se dirigen; capaces de suscitar y expresar sentimientos de alabanza, de imploración, de propiciación, de acción de gracias, de alegría, de dolor, de amor, de confianza, de paz>> , pero si no posee a la vez el sentido de la oración, de la dignidad y de la belleza, la música – instrumental y vocal -, ella misma cierra la entrada a la esfera de lo sagrado y de lo religioso.

Finalidad de la Música Sacra:

El fin de la Música Sagrada, si consiste primeramente en la evocación y en el honor de la majestad divina, coincide también con una solemne afirmación de la más auténtica grandeza del hombre en oración, y, por tanto, ¡cuántas y cuáles composiciones nuevas, marcadas inconfundiblemente con el carisma de la libertad creadora y con el sello auténtico del arte, pueda nacer de un iluminado y fiel servicio a aquellos altísimos fines! (Pablo VI, la Música …)

¿Liturgia o Teatro?

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Desde que vio la luz la Constitución Dogmática Sacrosanctum Concilium, en el 1963, y ya desde antes, no han dejado de sucederse abundantes abusos en el afán de renovar la Liturgia, llevando esta renovación a una –quasi– completa innovación a piacere de aquellos elementos que los Padres habían propuesto para renovar.

Al proponer una renovación en la Liturgia, la idea de los Padres Conciliares era la de incrementar de día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones sujetas a cambio, favorecer todo cuanto puede contribuir a la unión de todos los que creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para atraer a todos los hombres hacia la Iglesia (SC,1).

Incrementar, Adaptar, Favorecer y Fortalecer son los cuatro infinitivos que Sacrosanctum Concilium usa para introducir la reforma de la Liturgia. En ninguno de los cuatro entra la idea de innovar con elementos curiosos lo que ha sido, es y será el culmen ad quod actio Ecclesiae tendit et simul fons unde omnis eius virtus emanat (SC,10).

Actualmente, sin embargo, asistimos a los mas variados escenarios de “actuación litúrgica”, en el que cada uno estira la Liturgia a su antojo.

Es tan fácil encontrar una Santa Misa en la que el Sacerdote preside a la asamblea solo con estola; ofrece el Sacrificio del altar en cáliz de barro o madera—para que sea mas cercano a la realidad del pueblo—; con un folletito en la mano en lugar del Misal Romano; la proclamación del Evangelio fuera del ambón y con una pseudo-homilía que hable de todo menos de la Palabra de Dios; con ministros que se arrogan funciones que nos les corresponden; con lectores que, en lugar de proclamar la Palabra de Dios, hacen que se ponga en duda si eso que se ha escuchado es realmente Palabra de Dios o emisión continuada de sonidos sin coherencia; con coros que hacen de su ministerio una función teatral en la que lo que cuenta es la presentación de lo que se ha preparado y no el cómo lo que se canta ayuda a vivir el misterio; con asambleas que hacen del Templo un mercado y que, en el momento de participar conocen muy bien lo que debe decir el Sacerdote, pero no tienen idea de lo que ellos deben responder. Y así, pudiera seguir enumerando un sinfín de pequeñeces que demuestran el grado al cual hemos llegado. Es un largo etcétera que cada uno puede llenar según lo que ha visto y, quizá, vivido.

La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la Liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano. Pero no se puede esperar que esto ocurra, si antes los mismos pastores de almas no se impregnan totalmente del espíritu y de la fuerza de la Liturgia y llegan a ser maestros de la misma (SC 14).

En fin, se debe recordar que la Liturgia es el ejercicio del Sacerdocio de Cristo, Cabeza de la Iglesia y, por tanto, lo menos que se puede hacer es convertir la Liturgia en un Teatro en el cual el que tiene mas talento es quien brilla y es aplaudido.