¿Liturgia o Teatro?

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Desde que vio la luz la Constitución Dogmática Sacrosanctum Concilium, en el 1963, y ya desde antes, no han dejado de sucederse abundantes abusos en el afán de renovar la Liturgia, llevando esta renovación a una –quasi– completa innovación a piacere de aquellos elementos que los Padres habían propuesto para renovar.

Al proponer una renovación en la Liturgia, la idea de los Padres Conciliares era la de incrementar de día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones sujetas a cambio, favorecer todo cuanto puede contribuir a la unión de todos los que creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para atraer a todos los hombres hacia la Iglesia (SC,1).

Incrementar, Adaptar, Favorecer y Fortalecer son los cuatro infinitivos que Sacrosanctum Concilium usa para introducir la reforma de la Liturgia. En ninguno de los cuatro entra la idea de innovar con elementos curiosos lo que ha sido, es y será el culmen ad quod actio Ecclesiae tendit et simul fons unde omnis eius virtus emanat (SC,10).

Actualmente, sin embargo, asistimos a los mas variados escenarios de “actuación litúrgica”, en el que cada uno estira la Liturgia a su antojo.

Es tan fácil encontrar una Santa Misa en la que el Sacerdote preside a la asamblea solo con estola; ofrece el Sacrificio del altar en cáliz de barro o madera—para que sea mas cercano a la realidad del pueblo—; con un folletito en la mano en lugar del Misal Romano; la proclamación del Evangelio fuera del ambón y con una pseudo-homilía que hable de todo menos de la Palabra de Dios; con ministros que se arrogan funciones que nos les corresponden; con lectores que, en lugar de proclamar la Palabra de Dios, hacen que se ponga en duda si eso que se ha escuchado es realmente Palabra de Dios o emisión continuada de sonidos sin coherencia; con coros que hacen de su ministerio una función teatral en la que lo que cuenta es la presentación de lo que se ha preparado y no el cómo lo que se canta ayuda a vivir el misterio; con asambleas que hacen del Templo un mercado y que, en el momento de participar conocen muy bien lo que debe decir el Sacerdote, pero no tienen idea de lo que ellos deben responder. Y así, pudiera seguir enumerando un sinfín de pequeñeces que demuestran el grado al cual hemos llegado. Es un largo etcétera que cada uno puede llenar según lo que ha visto y, quizá, vivido.

La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la Liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano. Pero no se puede esperar que esto ocurra, si antes los mismos pastores de almas no se impregnan totalmente del espíritu y de la fuerza de la Liturgia y llegan a ser maestros de la misma (SC 14).

En fin, se debe recordar que la Liturgia es el ejercicio del Sacerdocio de Cristo, Cabeza de la Iglesia y, por tanto, lo menos que se puede hacer es convertir la Liturgia en un Teatro en el cual el que tiene mas talento es quien brilla y es aplaudido.

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